Medio y medio

La mitad de este año se perdió, medio 2008 tirado a la basura gracias al tedio y al inmovilismo. La desidia se fue comiendo, mes tras mes, un trocito de mi vida.
Y de pronto llegó agosto, pleno de aires festivos y de revoluciones. Cientos de riffs de guitarra y una mujer Insomne me sacudieron por los pelos, despejando el manto turbio de la desgana. La vida se volvió un frenesí, una fiesta, un sinnúmero de posibilidades que se escondían tras las puertas cerradas de la monotonía.
No puedo negar que hubo llantos y sufrimiento, como en todas las mudanzas del alma. No todo fue brillo y esplendor, las malas palabras también tuvieron su sitio, porque el amor se había esfumado, igual de silencioso que cuando llegó.
Las horas de soledad se han instalado en mi hogar, nuevas compañeras de piso y buenas amigas. Han sido testigo del entusiasmo de mis salidas nocturnas, del volver a arreglarse, de las visitas de incipientes y antiguas amistades. Me han visto celebrar, con mucho sueño, las elecciones americanas y los conciertos de muchos grupos que jamás soñé que vería.
Esos múltiplos de 60 minutos que aguardan pacientemente a que regrese del trabajo, pelean con mis 2 gatas por el gobierno de esta casa, que ahora por fin puedo llamar mía. La visten, la engalanan, la embellecen a mis ojos, que de pronto encuentran estos 50 metros lo más semejante a un templo, cuando antes fue poco menos que un trastero rebosante. Su presencia me produce un gran placer, pese a lo que algunas personas puedan pensar. Así tengo la oportunidad de escucharme, y quizá de ese modo, de hacerme caso.
Hay que seguir recolocando sueños, aun nos queda un trecho de año para concluir este reubicamiento.